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Epifanía

  • Foto del escritor: Alejandro R. M.
    Alejandro R. M.
  • 12 sept 2019
  • 2 Min. de lectura

Todo amor a primera vista necesita una segunda mirada que respalde su existencia,

Toda fantasía aglomera en su ser una inefable explosión de sentimientos turbios y tonterías.

La epifanía  hace su aparición creando una ficción que se alimenta de predicciones irreales,

Y la piel, se eriza con el menor movimiento…

No habló, ni hizo ningún ruido, se contuvo de realizar todo tipo de acto que pudiera llamar la atención,

Seis, siente, ocho pasos…  – ¡clap clap!- y de facto, la aglomeración convirtió toda la faramalla en una aparente ilusión.

Latidos incesantes, trastabilló y sin poner un solo pero se dejó caer a la lona.

Tres cigarrillos al hilo, un dulce de cajeta y un par de charlas envueltas en fatales banalidades que vuelven ansiosos los segundos mientras espera su regreso con ansias.

Inhala… exhala… hace un nudo con sus propios nervios y lo sostiene hasta el momento esperado.

La envoltura de un dulce cualquiera ahora es un paliativo que intenta sofocar la cruda idea del rechazo,

Solo pasa el aire y unos cuantos mortales; ahora está solo y la colilla pronto dejará de ser pretexto.

Todo volvió a la normalidad, los días pasaron y no volvió a postrarse ante la vista de nuevo…

Tres o cuatro semanas de ausencia y anhelo

Cinco y seis amantes de un par de horas

Siete, ocho y nueve tarros intentado olvidar

Y diez rollos de té de tila que súbitamente intentaban mejorar todo.

Cuerpo a cuerpo le mintió a su amante, la química fue un desastre,

las mentiras acrecentaban el deseo y juraba repetidamente que sería la última vez.

Justo cuando el clima le da un corte fatalista al día común, surge con imponente presencia la misma.

-¡Es ella!, ¿ya le vieron?- esa sensación de nuevo y el repetitivo final tristemente se anuncia antes de que la historia siquiera pudiera comenzar.

Solo se cruzaron las palabras suficientes para saber que la descabellada anécdota nunca ocurriría.

Respuestas ausentes, indiferencia y otras cosas que yo no sé.

Nunca le vio, no pudo conocer su olor, él no existe y ella siempre tan linda.

Juraba asimilarlo como real, no podría ser mejor, no pudo ser peor, simplemente no pudo ser.

Lluvia y calor sofocante;

Solo tiene un nombre, un número, dos cigarrillos y la esperanza muerta entre sus manos consumiéndose como la colilla que sostiene entre el índice y el cordial.

Tatuada en el asfalto y solo en su mente, la sombra delineada por un haz de luz,

La desfragmentación del rayo frente a la piramide de  Keops,

expone al par de pupilas, el canela de la piel mas psicodélica, escalofriante y misteriosa,

Como el rostro oculto de la luna que nunca vemos y que sin embargo existe en la mente de alguien.

 
 
 

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