Cada vez que me preguntan...
- Alejandro R. M.
- 12 sept 2019
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 14 abr 2020
Cada vez que me preguntan a hacia dónde voy, pretendo contestar en vez del lugar indicado, de la manera más adecuada. Hay cientos de caminos que pueden cruzarse con destinos mentalizados y otros que simplemente surgen de lo espontaneo, como el amor a la mujer, la pasión por las palabras, o el enamoramiento reducido a algo tan estúpido como una bocanada del último cigarrillo que ha de hacer la noche más cálida y nos acercará un poco más a la muerte.
¡Todos podrán venir!
Todos aquellos perdidos, los desolados, los amargos, los ebrios amistosos, los payasos, las princesas sin realeza, las mujeres con certeza e incluso hasta algún tonto que crea que seguirnos lo llevará algún lugar; todos andando siempre junto a los felices que saltan de alegría contagiando a los otros extraviados.
Cada vez que alguien pregunta hacia donde vamos nosotros los derretidos, pretendo contestar en vez de quedarme callado, ausente de una respuesta que les haga dudar de la firmeza de nuestros pasos, de la convicción de nuestros corazones al amar y de la cordura que existe en nuestro discurso de honor, rebeldía y despertar.
Siempre que alguien pregunta acerca del rumbo yo contesto, contesto aunque no tenga a donde ir, o con quién ir... sólo contesto. Siempre cuido los detalles, pues me gusta mantener mis memorias intactas, sin ficción, sin un pasado basado en mentiras que ahora luzca como una estructura sólida de basura que cumpla la función de imponente.
Cuando alguien me pregunta, hablo de la ausencia del rumbo, cito el recuerdo de los que ya no están. Hablo en nombre de todos aquellos que siguieron a nuestro lado, de los arboles vistos y los besos robados, de las copas bebidas y la tila enrollada.
Siempre hablo del camino mientras nadie note que no hay rumbo, hablo de los inmortales que sobreviven en la boca del lobo sosteniendo los dientes con los brazos en alto evitando ser destazados por el filo del instinto de supervivencia.
Charlo con descorazonados, con asesinos, con ingratos a los que más que merecer les convendría perecer, y entonces cuando alguien nota que no hay rumbo, por alguna extraña razón decide seguirnos a ningún lugar, ahí donde no esperamos llegar jamás, ese sitio en donde nadie espera nada de nadie.
Y es entonces cuando la magia ocurre, aquel lugar lejano se vuelve un punto fijo por momentos, es el instante en el que todos comprendemos que nuestro llegar no es más que seguir andando, que nuestros rumbos cambiarán cada vez que aterricemos en el lugar planeado y que no planear irónicamente nos llevará a algún sitio, que no es más que el infinito de la ruta tan abierta como la mente más psicodélica.
Cada vez que alguien me pregunta, aguardo en silencio esperando que comprenda que no tengo un lugar a donde ir y decida acompañarme a la nada, dónde no existe algo más que la compañía. Es por eso que cada vez que alguien pregunta, yo contesto amablemente esperando que por muy loco que esté, decida como yo, seguir su camino hacia ningún lugar, ahí donde sólo se anda con uno mismo.
DDE a Miguel Vargas Cabrera (El gringo)
Un valor invaluable.

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